Por Marco Antonio Olaguez Bayona

Marco Antonio Olaguez Bayona

Tras el éxito de ‘El Resplandor’ pasaron siete años para que Stanley Kubrick volviera a iluminar las pantallas con otro film, fue entonces cuando en 1987 se estrenó ‘Full Metal Jacket’, una cinta basada en la novela The Short-Timers, de Gustave Hasford. La historia de la película se divide en dos partes: la primera muestra el entrenamiento de los marines en retaguardia y la segunda se centra en los combates urbanos durante la ofensiva del Tet en la Guerra de Vietnam. A este punto la premisa parece un poco aburrida, y ciertamente como algo que ya se ha visto. Pero créanme esta es una de las mejores películas de guerra que alguna vez se realizaron. Te presento mis razones:

‘Full Metal Jacket’ es una película que trata de ser omnicomprensiva y ciertamente lo logra desde el punto de vista narrativo, pues la cinta no ofrece batallas inverosímiles, sangre a borbotones o escenas descabelladas, en cambio logra plantear la derrota de los Estados Unidos en Vietnam y logra exponer de una manera sublime no sólo las razones de esta guerra, sino de todos los conflictos bélicos en particular, sin duda una labor titánica. Kubrick ataca a fondo al ejército, lo cuestiona por negativo, lamenta la forma de adelantar la guerra y muestra las falencias inverosímiles que este tipo de conflictos traen consigo.

Esta es una película dura y áspera, que no se tienta el corazón para hablar de la guerra. Así que si no tienes estómago para algo así, evítala. En el primer acto se muestra el durísimo entrenamiento de los soldados, y como la milicia se esfuerza en rebajar su autoestima, en ir destruyendo poco a poco su esencia y personalidad, en hacerles olvidar el por qué están ahí, en que dejen de lado sus ideales, convirtiéndolos en máquinas de matar, en seres sin piedad, sin arrepentimientos y sin humanidad. Esta parte es brutal y sin duda nos deja un aprendizaje bestial.

Después, Kubrick nos muestra una cara de la guerra que pocos se atreverían a mostrar. La mentira, el engaño, el abuso, la inexperiencia y la falta de aprecio hacia la vida humana se manifiestan, pero con un estilo que impacta.

Es de destacar que no se exhiben batallas increíbles, ni mucho menos súper soldados. Los protagonistas son retratados como personas comunes, seres como tú y como yo, inmersos en un infierno muy particular por razones que en realidad desconocen. Simplemente son instrumentos, peones en un juego de ajedrez del cual no pidieron ser parte.

Un elemento a destacar es la elegancia del director y se manifiesta en varios aspectos. Sin duda la fotografía es sublime, y los encuadres fascinantes, el ritmo es cadencioso, pero no aburre, y es que Kubrick premia la sustancia sobre la estética, sin embargo es capaz de adornar este film aderezándolo con una banda sonora perfecta, capaz de acompañar pero no de robar protagonismo en ningún momento. La edición de sonido es magnífica, los efectos están sobresalientes. Y para rematar hay que decir que lo atrapante son los personajes en sí, esa intriga de ver cómo reacciona cada uno de ellos a esta situación caótica. Y ese es el mensaje que busca dejar esta cinta, el mostrar que los conflictos bélicos no entienden de edades ni de razas, se lo llevan todo por delante, robando, violando podríamos decir, uno de los tesoros más sagrados del ser humano, la inocencia. Que disfruten la película.

 

 

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