Por Marco Antonio Olaguez Bayona

Marco Antonio Olaguez Bayona

El cine mexicano está en crisis, lo sabemos y no es novedad señalarlo, sin embargo de cuando en cuando llegan producciones a las carteleras que nos hacen pensar que no todo está perdido, desde luego me refiero a ‘Museo’, protagonizada por Gael García Bernal, la cinta cuenta las circunstancias que rodearon al robo de varios artefactos prehispánicos del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México en 1985, y la sorpresa de las autoridades al descubrir que los autores de semejante hazaña habían sido dos jóvenes marginales de los suburbios, Carlos Perches y Ramón Sardina (García Bernal y Leonardo Ortizgris), en lugar de los ladrones profesionales de arte a los que se le atribuía la sustracción de los objetos.

Estamos ante un drama criminal con tintes de comedia, ubicado en el México de los años 80’s, década en la que sucedió una tragedia sin precedentes que marcó de manera indeleble a los que la vivieron: el robo masivo de numerosas piezas de incalculable valor del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Las autoridades pensaron que se trataba de una banda organizada, pero nada más lejos de la realidad: los responsables fueron un par de adolescentes universitarios, que nunca supieron cuál era el fin del robo ni qué hacer con las reliquias sustraídas. Un acontecimiento histórico relevante usado por el director Alonso Ruizpalacios como excusa para lucirse en la realización. Pues en el plano audiovisual, la película es extraordinaria, de una fuerza arrebatadora, con instantes realmente brillantes. Un torbellino de estímulos artísticos por doquier, un juguetón e impredecible aluvión de planos y encuadres impredecibles de una cámara en continuo y elegante movimiento, engarzados por un montaje poliédrico y embriagado en un febril festín de excelencia en la forma. Una elección de puesta en escena consecuente con la idea de las réplicas de los originales birlados, siendo el filme otra réplica, un artificio fílmico manierista que no oculta su condición de ficción confesa. Ficción demasiado alargada, plana en su dimensión emocional y lineal en su impacto sensorial, empezando en tercera y no creciendo ya, sino manteniendo. Una película ambiciosa y excesiva, pero suculenta. Que disfruten la película.